Para cualquier persona interesada en la óptica y fotónica, o en el futuro de la energía, el año pasado terminó muy bien. En diciembre, investigadores de la Instalación Nacional de Ignición de los Estados Unidos (NIF) anunciaron los resultados de un experimento controlado de fusión nuclear que por primera vez, fuera de una estrella o una bomba termonuclear, produjo una ganancia neta de energía. Este acontecimiento, logrado utilizando el láser más grande del planeta, generó nuevas esperanzas para un futuro a largo plazo de energía abundante y limpia. Sin embargo, quiero destacar aquí el “largo plazo”, ya que las voces más optimistas dicen que la energía de fusión práctica está a décadas de distancia.
Unos meses después, un conjunto muy diferente de tecnologías se exhibió en la Conferencia de la OFC en San Diego, CA, EE. UU., que concluyó cuando este número de OPN fue publicado. Para mí, una característica sorprendente de la agenda de la OFC de este año fue el énfasis en el aumento de la fotónica integrada, la nanofotónica y los chips fotónicos. Cada sesión subrayó los avances de los circuitos integrados fotónicos en aplicaciones que van desde comunicaciones compactas lidar y cuánticas hasta interconexiones ópticas energéticamente eficientes para centros de datos que consumen mucha energía.
Al igual que con cualquier gran reunión, en la OFC se mostró investigación de vanguardia. Ahora también estamos viendo los frutos de esa investigación: un ecosistema vibrante de compañías emergentes y en etapa inicial, grandes fabricantes de semiconductores y otros que trabajan para llevar estos avances en fotónica integrada al mercado.
A primera vista, los logros que he mencionado anteriormente (fusión nuclear impulsada por los láseres más grandes del mundo y chips ópticos más pequeños que la uña del pulgar) parecen tener poco que ver entre sí. Más allá de las diferencias obvias de escala de longitud y potencia, está la cuestión del tiempo. La comercialización de la fotónica integrada, y su creciente penetración en los centros y comunicaciones de datos, está ocurriendo hoy en día. Por el contrario, pese al espectacular logro de NIF, la comercialización de la energía de fusión vendrá solo después de muchos años de arduo trabajo inventando la tecnología adicional necesaria para hacerla factible.
Sin embargo, veo algunas conexiones entre ambos logros. Una de éstas representa la capacidad de ambas áreas para avanzar en nuestra ciencia estimulando nuevas investigaciones y financiación, así como ofreciendo preguntas fascinantes para atraer a los mejores estudiantes hacia la óptica aplicada. Lograr el sueño de la energía de fusión impulsada por láser requerirá avances en láseres potentes y de alta tasa de repetición, óptica resistente a daños, entre otras áreas, todas de gran interés intelectual y portadoras de resultados con potencial de cambiar el mundo. En cuanto a la fotónica y nanofotónica integradas, queda en la memorable frase de Richard Feynman, “mucho espacio en el fondo”, para mejorar aún más estas tecnologías ópticas en las escalas de longitud más pequeñas y encontrar nuevas formas de casarlas con la microelectrónica.
Ambas áreas también tienen el potencial de ayudar a la ciencia en general, al vincularla a la solución de grandes desafíos globales. Como señalé en mi primer informe de la presidenta de la OPN, en enero, creo que la disminución de la confianza pública en la ciencia y la evidencia científica constituye un tema clave que debemos abordar en los próximos años. El trabajo paciente en tecnologías que llevan los frutos de la ciencia a los hogares de las personas y que abordan los problemas de la sociedad en general puede ayudar a construir esa confianza y vincular estrechamente la ciencia a una vida mejor para todos, tanto a corto como a largo plazo.
—Michal Lipson,
Presidenta de Optica